Es algo así como el sueño de la burbuja propia. El hombre que aquí aparece sostiene su propia lluvia de estrellas; es el centro de extraños, temblorosos, iridiscentes filamentos. Sobre su cabeza, el núcleo de un fuego artificial casero: adivinamos que él lo hace girar y así obtiene el increíble despliegue de luces. Es un vecino de Kuala Terengganu, ciudad de Malasia, donde todo –incluida esta foto– rezuma exotismo. Kuala Terengganu, a 500 kilómetros de Kuala Lumpur, es un lugar marcado por el agua: la envuelve el mar de la China Oriental y el mismo nombre de la ciudad alude al amplio estuario de un río que desemboca allí mismo. El hombre de la foto, un poco niño al menos por un rato, juega con un fuego que no podrá quemarlo; a su alrededor susurra la ciudad acuática, nacida como puerto y nostálgica del tiempo en que fue reina del comercio del sudeste asiático.