Ganar premios internacionales le abrió las ventanas a otra mundo y cuestionar a la Argentina: “El país desalienta un poco”

Pato Reichler creció rodeada de cariño y pinceles. Desde muy pequeña disfrutaba cantar y leer cuentos, que despertaban en ella el deseo de pintar en lienzos y papeles pequeñas obras inspiradas en aquellas historias. Así creció, con carpetas colmadas de dibujos que atesoraba y de las cuales una sobrevivió el paso del tiempo: “Mi papá también pintaba, así que me alentaba y corregía mis creaciones”, rememora.

Los años transcurrieron tranquilos, entre trazos, amigos y estudios. En Pato, el amor por el arte crecía y se multiplicaba, mientras las decisiones en el portal de la vida adulta comenzaban a reclamarle a ella y a sus pares efectuar los primeros pasos cruciales hacia la madurez.

Como personajes antagónicos en una lucha por imponerse, el pensamiento científico y el arte convivían en el espíritu de la joven, quien finalmente optó por volcarse a una carrera científica: “Estudié Ingeniería en Producción Agropecuaria porque me gustaba y mi papá me instó mucho a que estudiara una carrera universitaria, Bellas Artes no era una opción en ese momento”, cuenta.

Era una abogada exitosa, pero dejó la “vida ficticia” por un propósito de su niñez: “Pasé del check list al feeling”

Durante la carrera, las exigencias y tensiones abundaban, y para escapar de ellas, Pato recurría a la pintura para relajarse. En aquellas instancias, podía percibir cómo la felicidad la envolvía, provocando que su dualidad creciera aún más: “Cuando estudié mi carrera salió a pleno, por decirlo de alguna manera, la parte intelectual de mi carácter, pero la parte creativa empujaba y luchaba por salir y sin darme mucha cuenta empecé a liberarla”.

Ciencia vs. arte y un camino revelado: “A través de mis pinturas comencé a explorar el costado psicológico que tienen los cuentos”

Pato se recibió con honores en la Universidad Católica Argentina, donde le otorgaron la medalla de oro de su promoción. Durante los siguientes años buscó su camino como ingeniera, trabajó y se acomodó a su nueva normalidad.

Pero en su travesía hacia la liberación, la pasión por la pintura parecía siempre exigirle más. Pato optó entonces por hacer cursos y talleres para perfeccionarse, así como incursionar en diferentes técnicas: óleo, collage, técnica mixta, pastel y laca vitral.

La determinación de mejorar sus habilidades trajo consigo una de las primeras grandes sorpresas: a la artista le solicitaron que pintara algunos de los vitrales de la Catedral de San Miguel Arcángel. Su lado intelectual insistía, pero en el arte hallaba algo más: se trataba de una labor que conmovía su espíritu de formas inexplicables.

Cierto día, cuando ya llevaba cinco años trabajando en su área, supo que las artes habían ganado la batalla: sus pinturas gustaban y generaban intriga, y crearlas, a ella, la hacían feliz.

Aquellas historias que acompañaban a Pato desde la infancia, así como los recuerdos de las tardes pintando acompañada por su padre, se apoderaron de su espíritu con tal fuerza, que comenzó a dedicar su tiempo completo a pintar su propia interpretación de los cuentos clásicos, abrazando la búsqueda que inconscientemente había comenzado a gestar desde niña: “A través de mis pinturas comencé a explorar el costado psicológico que tienen los cuentos”, revela. “Tenía mucho que decir acerca de esta temática”.

Fue así que con un marco claro y una temática definida, las miradas comenzaron a interesarse cada vez más en su obra. Y con el creciente interés llegó la propuesta de exponer y Pato no lo dudó: “Sabía que en el fondo exponer significaba justamente `exponerme´, pero no me importó y mostré mi arte”.

Las críticas resultaron ser muy buenas y, a partir de aquel reconocimiento, Pato decidió mirar el arte de lleno a los ojos y dedicarse plenamente a él, siempre con el apoyo pleno de su entorno. Y entonces, con la energía puesta en su pasión y un acompañamiento amoroso, las fronteras argentinas desaparecieron y el mundo se abrió ante ella.

Salir al mundo y ver las dificultades argentinas: ¿Por qué cuesta tanto darle visibilidad a los artistas argentinos en el propio país?

A pesar de moverse en un ambiente fascinante, la situación del país no siempre alentaba a Pato. En Buenos Aires, comenzó a exponer en muestras chicas y nuevos premios comenzaron a llegar para darle fuerza en un camino bello pero arduo. Durante varios años expuso en BADA (Feria de arte), presentó su obra en galerías y se sintió bien acompañada por sus colegas: “El ambiente del arte plástico en Argentina es muy bueno, los colegas siempre están dispuestos a ayudarte”, asegura. “Pero el país, como artista, te desalienta un poco, por eso, cuando me empezaron a convocar y premiar en el exterior vi una ventana importante”.

Pato comenzó a explorar otras tierras y en aquel periplo atravesó continentes, y en cada uno de los puertos se encontró con colegas, a través de los cuales podía observar otras facilidades de desarrollo en el mundo de las artes, que Argentina carecía.

Tras varios años de viajes y muestras, el primer premio importante llegó de Italia, el premio Caravaggio: “Me quedé muy sorprendida, no lo esperaba, pero lo que más me impactó fue que viniera de Italia, la cuna del arte”, sonríe.

Entre otros reconocimientos, a Pato también le otorgaron el Premio internacional de París por una de sus obras, y, en este 2023, el premio Leonardo Da Vinci de Milan, Italia.

Junto a los reconocimientos, la artista argentina comenzó a recibir numerosas invitaciones. Los interrogantes, a la par, se hicieron presentes: ¿Por qué cuesta tanto darle visibilidad a los artistas argentinos en el propio país? ¿Por qué a veces se dificulta tanto aquello de ser profeta en la propia tierra?

“Conocí bastantes destinos en el mundo, pero definitivamente el que más me impactó fue Japón”, agrega. “Acabo de regresar de exponer en The Tokio Tower Art Fair y fue una maravilla, no solo la expo, sino todo lo que pude ver de este país me encantó, ¡Japón es increíble!”

Las dualidades en paz y los aprendizajes: “Irme a vivir al exterior no es una opción, aunque sé que afuera las cosas serían más sencillas”

Muchos años pasaron desde aquellos tiempos en los que Pato pintaba y cantaba en su cuarto de la infancia. En su camino, la dualidad se hizo presente, el mundo de las ciencias y el universo de las artes convivieron y hasta se enfrentaron. La razón cobró protagonismo en la primera adultez, pero, finalmente, la fuerza arrolladora de la niña artista se impuso. Para Pato, entre la ciencia y el arte no hay recelos, simplemente ya no conviven en su día a día.

Con la Argentina tampoco hay resentimientos, aunque los interrogantes y las desilusiones en un país fluctuante y fragmentado siguen vigentes. Hoy, Pato se desempeña en la galería “Juana de Arte”, en Martínez, Buenos Aires y pronto viajará a Venecia para recibir el premio “Pegasus de las Artes” a la trayectoria artística y creatividad, en la Scuola Grande di San Teodoro.

La dualidad entre vivir en Argentina o en otro rincón del mundo, en el fondo, nunca estuvo. En este sentido, tomar a la patria como puerto seguro y en paralelo trotar por el mundo, son dos planos que para Pato pueden convivir perfectamente, a pesar de todo.

“En Argentina mi vida como artista la reparto entre pintar, mi gran pasión, preparar las muestras que se vienen, y aunque parezca insólito, responder a las convocatorias, consultas e invitaciones que recibo de las diferentes partes del mundo, algo que lleva mucho tiempo”, dice pensativa. “Tengo a toda mi familia acá, así que irme a vivir al exterior no es una opción, aunque sé que afuera, como artista, las cosas serían más sencillas. Lo veo con mis colegas de distintas partes del mundo, cuando hablo con ellos me doy cuenta de que no les resulta tan complicado como a nosotros”.

“En este camino de vida siento que aprendí un montón, viajar te abre mucho la cabeza, y ni hablar de exponer o recibir premios en Europa. Ver cómo se hacen las cosas en otros lugares, la admiración y el respeto con el que te tratan, es un mimo al alma… Mi experiencia me demostró que `querer es poder´, algo que siempre digo, y que hay que ir por los `sueños´ que tenemos”, concluye Pato, desde su rincón argentino que ama y al que agradece, un lugar en el mundo que siempre la inspiró y la acompañó en el camino de forjar su identidad.

 

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